8/7/16

esperanza

En serio, tengo que irme ya, 
es muy tarde,
mañana trabajo
y tengo que cuidar de mi padre. 
Venga, no seas así.
Sólo una. 
No puedo, 
de verdad.
De verdad que no. 
Y alguien está añadiendo vetas blancas 
a la mesa de mármol negro.   
Una para mí, otra para ti, otra para él, otra para ella.
Debería haberme marchado a casa hace una hora. 
Joder, déjalo ya. 
Sí, vale de dar el coñazo. 
Pasa media hora más hasta que decide acompañarnos
y sus ojos se humedecen 
y dice que esto no está bien, 
se lleva una mano a la nariz
y dice que ahora sí, que se va,
en cuanto se le pase se va. 
Con qué cara voy a ir a trabajar
y con qué cara voy a mirar a mi padre. 
Esperanza es la última que se pierde, 
pero al final siempre se pierde 
igual que nos perdemos todos.
Porque total, 
qué más da 
si mañana nos despertamos muertos
o nos entregan las llaves de la ciudad en un acto solemne y multitudinario.
Qué importancia tiene de todas formas. 

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