31/12/13

lo que no sabéis sobre los microondas

Hay un par de cosas que no sabéis sobre los microondas. Existe una tendencia generalizada a creer que funcionan a través de ondas electromagnéticas definidas en un rango determinado. En el rango de las microondas, precisamente. Mediante un proceso denominado calentamiento dieléctrico, las moléculas de las sustancias expuestas a estas microondas (el agua, principalmente) se ponen en movimiento liberando una energía que, a la postre, no es otra cosa que calor. Y no. Esto no es así.

Podía haber sido. A mediados de los años cuarenta del siglo XX, el ingeniero Percy Spencer estaba realizando una serie de experimentos con un tubo al vacío llamado magnetrón. Al terminar la jornada observó que la chocolatina que guardaba en el bolsillo se había derretido completamente. No se le ocurrió que las ondas generadas por el magnetrón eran la causa. Tiró la chocolatina a la papelera del laboratorio, cerró con llave y se marchó a su casa. Tiempo después, y sin que la chocolatina tuviera realmente nada que ver, le dio por pensar en que la existencia del ser humano mejoraría una barbaridad si existiera una manera de calentar los alimentos de forma rápida y limpia. Y cayó en la cuenta de que, tal vez, había un medio de conseguirlo. La teleportación. La teleportación se presentaba como una opción válida. Había que intentarlo.

Después de unas pocas semanas, Spencer construyó un aparato bastante parecido a nuestros hornos microondas actuales que, como aquel, calientan por teleportación. Enseguida descubrió lo sorprendentemente sencillo del procedimiento y achacó que nadie lo hubiese llevado antes a cabo con éxito a la falta de un trabajo riguroso y serio. Porque lo del Experimento Filadelfia había sido una chapuza en toda regla. Secreto revelado. Cómo. ¿Que esa tecnología está presente en nuestras vidas, en nuestras cocinas y nunca lo hemos sabido? Bueno, ¿cuánta gente se preocupa por indagar en el mecanismo de un microondas? Calienta el café. No se lleva bien con el papel de aluminio. Puede hacer explotar a un gremlin. Eso es todo lo que hace falta entender. ¿Y qué opina el Gobierno de Estados Unidos? El Gobierno de Estados Unidos está al corriente, claro que lo está. No se dedica a propagarlo a diestro y siniestro (por aquello del control mundial y demás), pero lo sabe, como es natural. Y usa las teleportaciones. Con moderación, eso sí. Tampoco es plan de abusar de algo tan vistoso. Mucho menos hoy en día, que todo el mundo tiene un móvil con cámara. En fin, a lo que íbamos.  

La técnica desarrollada por Percy Spencer se basa en la singularidad de los agujeros de gusano. Al darse a un nivel modesto, doméstico, permite la posibilidad de un flujo bidireccional. En una escala mayor ya es otra cosa. Eso ya no tiene nada que ver. Es un cristo que para qué. Pero en las cotas en las que se mueven los microondas resulta perfectamente realizable. El gasto (ahí suele estar la madre del cordero) es aceptable y, sobre todo, rentable. Se empieza a ver por dónde va la cosa, creo yo. Por si acaso no fuera así. Que te apetece, no sé, calentar unas croquetas ya hechas. Bueno, un par de minutos a 300 o 350 vatios deberían bastar. O lo que es lo mismo, 120 segundos en algún punto concreto entre la Tierra y Venus. Cientos de miles de millones de partículas de croqueta emprendiendo un viaje de ida y vuelta hasta esa posición exacta a velocidades superiores a las de la luz. Yendo y viniendo con una celeridad inimaginable. Cruzándose por el camino. Increíble, ¿verdad? Y cierto. Increíblemente cierto.

Pues así con todo. ¿Un vaso de leche templada antes de irte a dormir? Lo único que se necesita es una pasadita por alguna de las planicies de Mercurio. El desierto del Sáhara va muy bien para la comida china. O el de Dash-e Lut. También el de Atacama. Cualquiera de ellos, de hecho. Depende del plato. La diferencia horaria no es problema. Estamos hablando de agujeros de gusano. Es posible cocinar una pizza al sol de hace 3000 años. Sí que es verdad que esto de los desiertos a veces trae pequeñas complicaciones, las cosas como son. Existen casos de coyotes que se han interpuesto en el camino de una tortilla de patatas de la noche anterior y han terminado fusionados con ella. Una tortilla de coyote en el microondas. Algo que el comensal, sin duda, no espera encontrar. Pero vamos, que solamente ha pasado en un par de ocasiones. Puede que más. En cualquier caso no supone nada de lo que haya que preocuparse. Ah. Un último punto. Tal vez alguien se lo esté preguntando. Si los microondas son capaces de enviar alimentos a los puntos más calientes de la galaxia, podrán también mandarlos a los puntos con las temperaturas más bajas. Es razonable pensarlo, ciertamente. Aunque no deja de ser un disparate. La AIF* se enfadaría mucho si dijera lo contrario. Ellos acuñaron aquello de que la venganza es un plato que se sirve frío.

 *Alianza Internacional del Frío. Integrada en su mayor parte por empresas frigoríficas, heladeros y fabricantes de cubitos de hielo.


Juana de Arco. Por Matainventor

(Escuchando: :Wumpscut: - Teufelszeug)

11/12/13

el buen narco

Su conciencia no podría soportarlo así que, como acostumbra a hacer, se adelanta al resto, coge el machete y secciona la garganta del mexicano que compró una cantidad de cocaína que no podía pagar. El ajusticiamiento transcurre delante de la cámara. Van a enviarles la cinta a la viuda y sus hijos. Tarda casi diez minutos en separar la cabeza del tronco. Necesita un hacha. El mexicano intenta gritar pero sólo emite un gorgoteo espantoso. Le llaman El Duro. Porque no saben que si él se echa a la espalda el peso de todas esas muertes es para que los demás no tengan que hacerlo. 

(Escuchando: Explosions in the Sky - Catastrophe and the Cure)

5/12/13

el jesuita en la terminal

El jesuita espera pacientemente
en la capilla de la terminal 1.
Agazapado tras el enrejado de madera del confesionario
como una araña en su telaraña.
El aeropuerto es un hervidero de almas que van y vienen
arrastrando maletas pesadas,
arrastrando los pies,
arrastrando el peso de sus conciencias,
mientras en el interior del oratorio
reinan la paz, el silencio y la soledad.
Pueden pasar horas,
días,
hasta que un viajero entre en la capilla.
Aun entonces es probable que no se confiese.
El jesuita espera.
Reflexiona sobre sus propias faltas.
Ha confortado a hombres y mujeres de todas las nacionalidades.
Habla más de diez idiomas.
La internacionalización de los pecados
nos hace a todos iguales ante sus ojos
y ante los ojos de Dios.
El jesuita espera
sin moverse en ningún momento de su puesto.
Porque
si lo hiciera,
si no pudiera proporcionar consuelo
al que llega en mitad de la noche,
el jesuita fracasaría.

(Escuchando: Oneohtrix Point Never – R Plus Seven)