6/4/10

compañeros de piso (II)

David no estaba, pero la chica sí. Estaba en pijama y estaba muy buena. Más que eso. Era muy guapa. Por la forma de mirarme, de sujetar la taza de café, por la ropa que llevaba y cómo la llevaba, antes de que abriese la boca ya sabía que era inteligente, culta, divertida, alegre y todo lo demás. Evidentemente, también sabía que tenía que compensar todo eso con algo negativo de verdad. Para empezar, podía ser la novia de mi compañero de piso fantasma. Pero no lo era. Se conocían de la universidad (había olvidado una cosa: cuando no trabajaba, David iba a la misma universidad que yo) y habían pasado la noche juntos. Nada más por el momento. Después de desayunar, se duchó, recogió sus cosas y se fue. Le había caído bien. Se llevó el primer disco de los Fugitivo Lovers, así que, en teoría, íbamos a volver a vernos.

A los pocos días nos encontramos. Yo iba al master y ella salía de clase. No había faltado ningún día, pero me reservaba algunas ausencias para momentos como ése. Fuimos a tomar algo y las pistas que me podían haber ayudado a presagiar lo que estaba por venir, empezaron a manifestarse. No podía verlas en ese momento, está claro. Hablamos de música, pasamos a tribus urbanas y terminamos, no sé muy bien por qué, hablando de todos los tipos de envases de plástico que conocíamos. Cuando la conversación está lanzada, el tema es lo de menos. También hablamos de David. Para entonces yo ya había rastreado casi toda su habitación. Por curiosidad, desde luego, pero también por explorar el piso. Por comparar las habitaciones y por aburrimiento. No había encontrado ninguna foto suya y, en realidad, pocas cosas que lo definieran. Era un lugar de paso. Algo de ropa, apuntes, y un libro de arquitectura. El libro no sé hasta que punto cuenta porque era de ella. Por cierto, se llamaba Ester. Aquella tarde terminó pronto, pero la siguiente vez que nos vimos, yo terminé en su casa.

Ester vivía con su hermana. La verdad es que no hay nada que decir de su hermana, así que no tiene demasiada importancia. Pasé la mayor parte de diciembre durmiendo en su casa. Ella no era partidaria de venir al piso porque no quería volver a ver a David. Yo le decía que si no quería volver a verle, el mejor sitio del mundo era nuestro piso, pero a ella no le hacía gracia. No había vuelto a saber nada de él y no le cogía el teléfono. Decía que no le importaba (y yo estaba convencido de que no debía importarle demasiado), pero el caso es que cada vez hablaba más de él. David había vuelto a casa de sus padres un poco antes para pasar las vacaciones de Navidad; me había dejado una nota, pero no estaba obligado a decírselo. No entendía por qué no le cogía el teléfono, pero tampoco podía entender porque ella estaba cada vez más obsesionada con él.

(Escuchando: Burial - Untrue)

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