17/2/09

cómo aprendí a amar a jesús


Alguien me ha contado que cuando era pequeño empecé enseguida a sentir la admiración por la Cruz que ellos querían que tuviera. Me quedaba delante de Cristo crucificado durante largo rato y parece que muchas veces, algunas de aquellas personas susurraban: “sonríe”, cuando pasaban a mi lado. Había un hombre grande y calvo que solía poner sus dedos en las comisuras de mis labios y tiraba suavemente hacia arriba. De eso sí me acuerdo. En poco tiempo se convirtió en algo mecánico y todos me alentaban devolviéndome la sonrisa. En ocasiones, esa sonrisa se convertía directamente en risa. Me cuesta hacer memoria, pero puedo ver los cultivos, la ropa que llevábamos y sentir aquel frío tan intenso. Ahora que lo pienso, todavía me sé la mayoría de las normas y las reglas de algunos juegos. Si sigo intentándolo seguramente pueda rescatar más cosas.

El caso es que cuando cumplí los 14 decidieron sacarme de allí y supongo que fue una buena idea, pero nunca volví a ver a esa gente. Bueno, tiempo después me enteré de lo que había pasado por la televisión y entonces reconocí a algunos. Y me alegré de estar a este lado, aun sabiendo que es un sentimiento muy egoísta.

Al principio me costó, pero fui dejando todo eso atrás y entré en la universidad. Mi pasión por la cruz nunca desapareció, de todas maneras. Ahora soy el farmacéutico más risueño que conozco (aunque sea por el Elavil, el Zyban, el Prozac y el Seroxat, y eso ya es otra historia), pero no puedo acercarme a un hospital. Ni puedo cruzarme con una ambulancia sin causar una impresión equivocada. Tampoco encuentro apropiado ir a la iglesia (por no hablar de funerales) y trata de imaginar lo que pasaría si voy a un entierro. Espero que Jesús me perdone.

(Escuchando: Ornamento y delito - Isabel II corta)

1 comentario:

Unknown dijo...

a mi nunca me ha gustado la cruz esa de ese señor, pero he visto una para hacer fotos en la avenida guipuzcoa que te encantara...