20/2/08

serendipia (1ª parte)

¿Es posible que estés buscando la situación de una calle, abras las Páginas Amarillas de la ciudad (pongamos que hablo de Madrid) por una parte cualquiera y lo primero que veas sea un negocio situado en esa calle? ¿Qué ocurre cuando tienes que escribir una historia con una palabra inventada que, lógicamente, nunca antes has oído y justo al día siguiente conoces a una persona que tiene esa palabra por nombre? ¿Por qué a veces, caminando por la calle, confundimos a alguien conocido con un desconocido y al poco rato nos topamos con ese alguien que, además, hacía tiempo que no veíamos? ¿Quién no ha mantenido una conversación sobre un tema en concreto o ha utilizado una expresión determinada en el instante en que en la televisión alguien hablaba sobre el tema o pronunciaba esa expresión a la vez?

El término serendipity (la actualización al castellano tardó un tiempo en ser completamente aceptada) tiene su origen en un cuento titulado The Three Princes of Serendip,que narra la historia de tres príncipes que “realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban”. La cita es de Horace Walpole y está incluida en una carta que le mandó a su colega Horace Mann en 1754, poniéndole al corriente del nuevo vocablo que acaba de acuñar para referirse a un fenómeno que él había creído experimentar alguna vez. Es curioso que en ese contexto ambos compartieran el mismo nombre.

En realidad, una serendipia se refiere exclusivamente a “un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se realiza accidentalmente”, aunque muchos hoy en día ya denominan a todas aquellas casualidades cotidianas demasiado extrañas y para las que no hay explicación lógica ni estadística con este nombre. Pero es cierto que ha habido unos cuantos descubrimientos científicos serendípicos a más no poder. Sirvan estos dos:

Los orígenes del celuloide:
En 1870, John Wesley Hyatt estaba trabajando en una mezcla de serrín y papel con cola en un intento de obtener un material que pudiese sustituir el marfil de las bolas de billar. Se hizo un corte en el dedo y acudió a su botiquín en donde, sin querer, volcó un frasco de colodión (nitrato de celulosa disuelto en éter y alcohol). Esto provocó en su estantería una capa de nitrocelulosa. Pronto descubrió que este compuesto unía su mezcla de serrín y papel mejor que la cola. Había nacido el celuloide.


El caso de los siempre oportunos Post - It es igualmente curioso:
Unos tales Fry y Silver estaban trabajando en un pegamento que, a la postre, resultó un fracaso. Arrinconado en un cajón y en contacto con un paquete de hojas, dio origen al rey de las oficinas de medio mundo.

Cosas más raras se han visto.

(escuchando: Hillbilly Moon Explosion - Chick Habit)

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